
Por Reyes me regalaron un bono para un tratamiento en un spa, a elegir entre nosequé cosa o una envoltura corporal de termochocolate. Ni que decir tiene que elegí la envoltura. ¡Cómo me iba yo a perder la oportunidad de documentar eso para este blog!
Total, que por fin tuve un día libre para poder ir a probar que tal estaba eso de embadurnarte en chocolate caliente.
No sabíamos muy bien qué teníamos que llevar a eso, pero lo cierto es que lo que teníamos que llevar era precisamente NADA.
La pequeñísima habitación donde hacen ese tipo de tratamientos no se puede describir de otra forma mejor que de cálida y agradable, desde la temperatura y la luz tenue hasta los colores suaves en tonos melocotón. La decoración es sencilla y con un toque de tres o cuatro velitas repartidas por ahí y una especie de velo o mosquitera en el techo. Y luego el sonido, que es una música muy suave y muy zen mezclada con sonidos ligeros de agua.
La masajista es una chica menudita que habla poco y bajito, lo justo para darte indicaciones y no perturbar tu relajación. Porque relajarte te relajas un rato. En primer lugar te da un masaje enérgico exfoliando todo el cuerpo con esas cremas llenas de granulitos. Un gustazo. Casi lo mejor. En ese momento un aroma dulce y chocolateado empieza a percibirse en la atmósfera, porque se está preparando la mezcla de chocolate que va a ser tu envoltura.

Para ese momento una está boca abajo y casi hipnotizada, y entonces la chica te avisa de que lo que va a untarte está bastante caliente y... oooooooooooh.... ¡Entonces es cuando te invade la fragancia a chocolate negro! Es como si fueras un bizcocho y te estuvieran extendiendo cobertura caliente de Nestlé postres. La textura untuosa es justo esa, y la sensación de calor en la piel que se va ajustando a tu propia temperatura a medida que las manos van haciendo movimientos lentos en dirección de pies a cabeza... simplemente una gozada. El único problema es que te entra la tentación de probarlo, y no es comestible, por muy bien que huela, porque está mezclado con algún producto de tipo cosmético, supongo.
Para ese momento ya te entra un soporcillo que no te molestas en evitar,

pero hay que darse la vuelta que la parte de atrás ya está lista. Y cuando terminan de darme vuelta y vuelta como las chuletas en la barbacoa, llega un momento un poco hilarante. Está servidora convertida en un
conguito (vestida de chocolate pero sin cuerpo de 'cacahué') y entonces me envuelven en un plástico tranparente como si fuera una
crêpe, con los brazos pegaditos al cuerpo, y se rompe durante unos instantes mi relajación, porque me visualizo a mí misma como una figurita de chocolate envuelta en celofán y opino mentalmente que sólo me falta un lacito y una pegatina de felicidades. Pero aguanto mi impulso de echarme a reir con las cosas que pasan por mi imaginación, y vuelvo al estado de relax inicial. Sobre el envoltorio plástico te enrollan una especie de colcha de tejido térmico (como la de las neveritas para bebidas o congelados o algo por el estilo) y te dejan tranquilamente sola durante unos veinte minutos, para que te quedes sobada a gusto si te apetece o mires al techo y hagas con tu mente lo que te de la gana menos pensar en el trabajo o en que hay que hacer limpieza en casa.
Calorcito, calorcito, pero agradable. Temperatura idónea y comodidad. Ya está de vuelta la chica y te ayuda a desenrrollarte la crêpe, para acto seguido volver a dejarte un poco de intimidad mientras te retiras el chocolate del cuerpo en una pequeña cabina de ducha que hay en un rinconcito: "cuanto termines y te seques te tumbas de nuevo boca abajo".
Oooooooooh... llegamos a la recta final, que es un masaje relajante y drenante con una loción ligerita e hidratante. Divino: "quédate un par de minutos más así tumbada, luego te levantas lentamente para no marearte y ya te puedes vestir". Empiezas la sesión sola y terminas sola, preguntándote por qué no te puedes quedar a hibernar en ese cuartito durante tres o cuatro días, y no la hora larga que has estado.
Al salir, me encuentro a mi amiga sentada con cara de estar más 'pallá' que 'pacá' (ella se ha hecho el mismo tratamiento en la sala de al lado), y decidimos que lo mejor es tomarnos algo en la tranquila cafetería del hotel para subirnos la tensión que se nos ha debido quedar en el sótano 2 por lo menos.
"¡Un colacao doble, por favor!".
Nota: las fotos no son mías, que no era plan, sino de la web de un spa que hace un tratamiento similar.