Ayer decidimos celebrar un encuentro acompañados por unos estupendos chocolates a la taza. El lugar elegido fue la Chocolatería Valor de la calle Postigo de San Martín nº 7, en pleno centro de Madrid. Un lugar muy concurrido y popular que nos dejó muy mal sabor de boca.
Queremos dejar constancia de que es una queja puntual hacia un establecimiento en concreto (o más específicamente hacia un empleado, y no hacia la totalidad de la plantilla), y en ningún caso va dirigido al conjunto de la marca Valor, de la que somos consumidores.
Todo empezó con un encargado muy maleducado que nos contestó con mala cara y tono soberbio a la demanda de una mesa para cinco. Faltaba un miembro del grupo y no nos dejó ocupar una mesa hasta que estuviéramos todos. Nos costó entender que a falta de una persona tuviéramos que permanecer en la calle, máxime cuando una de las personas de nuestro grupo iba con muletas y le cansaba permanecer en pie.
Le pedimos, con la máxima educación, que le permitiera sentarse en una silla. Vuelta el tono soberbio y las malas caras, la dejó pasar al establecimiento y sentarse junto a la entrada, pero de ninguna manera que cualquiera de nosotros estuviera con ella para hacerle compañía en lo que llegaba el último miembro de nuestro grupo.
Los ánimos se calentaron, se elevaron las voces, sobre todo de parte del soberbio camarero y su colega, otro estúpido que, para nuestra sorpresa, nos dedicó un discurso sobre el valor de ser camarero. En ningún caso quisieron bajar el tono para escuchar lo que intentábamos explicar con buenas formas y educación.
Entendemos las normas de la casa y las acatamos, pero en ningún caso el tono de soberbia, de mando y falta de educación del encargado en cuestión.
Si queréis pasar una tarde agradable, de compartir un chocolate con unos amigos, ni se os ocurra ir al establecimiento citado. Son unos groseros.
Todo empezó con un encargado muy maleducado que nos contestó con mala cara y tono soberbio a la demanda de una mesa para cinco. Faltaba un miembro del grupo y no nos dejó ocupar una mesa hasta que estuviéramos todos. Nos costó entender que a falta de una persona tuviéramos que permanecer en la calle, máxime cuando una de las personas de nuestro grupo iba con muletas y le cansaba permanecer en pie.
Le pedimos, con la máxima educación, que le permitiera sentarse en una silla. Vuelta el tono soberbio y las malas caras, la dejó pasar al establecimiento y sentarse junto a la entrada, pero de ninguna manera que cualquiera de nosotros estuviera con ella para hacerle compañía en lo que llegaba el último miembro de nuestro grupo.
Los ánimos se calentaron, se elevaron las voces, sobre todo de parte del soberbio camarero y su colega, otro estúpido que, para nuestra sorpresa, nos dedicó un discurso sobre el valor de ser camarero. En ningún caso quisieron bajar el tono para escuchar lo que intentábamos explicar con buenas formas y educación.
Entendemos las normas de la casa y las acatamos, pero en ningún caso el tono de soberbia, de mando y falta de educación del encargado en cuestión.
Si queréis pasar una tarde agradable, de compartir un chocolate con unos amigos, ni se os ocurra ir al establecimiento citado. Son unos groseros.
Para trabajar en esta clase de establecimientos hay que tener ciertas habilidades sociales, entre las que se incluyen la flexibilidad y la mano izquierda a la hora de tratar con el público.
Es comprensible que en los días de mayor demanda traten de aprovechar al máximo el espacio disponible en el local, y evitar el coste en el que se incurre por tener mesas infrautilizadas. Pero, el ganarse una reputación de antipáticos y groseros por querer imponer determinadas normas de manera inflexible y autoritaria, a largo plazo supone un coste mucho mayor. No hay que olvidar que la buena o mala publicidad de un establecimiento se basa en gran medida en lo que se llama coloquialmente el 'boca a oreja'.
Así que tuvimos que cambiar de planes e ir a San Ginés, también en la misma zona de Madrid. La misma cantidad de gente y un chocolate buenísimo; sólo una pequeña diferencia: un camarero encantador que nos facilitó las cosas y nos hizo sentirnos a gusto.
La norma del local, en este caso, consiste en pagar la consumición por adelantado y esperar a que el camarero la sirva. Tras preguntarle cómo debíamos proceder, nos miró y preguntó qué queríamos consumir... minutos después apareció con el servicio. Un claro ejemplo de que las normas se pueden flexibilizar... si se tiene intención.
Allí sí pudimos disfrutar de la taza de chocolate humeante, los churros y la buena compañía.
Chema, Anele e Inma
Es comprensible que en los días de mayor demanda traten de aprovechar al máximo el espacio disponible en el local, y evitar el coste en el que se incurre por tener mesas infrautilizadas. Pero, el ganarse una reputación de antipáticos y groseros por querer imponer determinadas normas de manera inflexible y autoritaria, a largo plazo supone un coste mucho mayor. No hay que olvidar que la buena o mala publicidad de un establecimiento se basa en gran medida en lo que se llama coloquialmente el 'boca a oreja'.
Así que tuvimos que cambiar de planes e ir a San Ginés, también en la misma zona de Madrid. La misma cantidad de gente y un chocolate buenísimo; sólo una pequeña diferencia: un camarero encantador que nos facilitó las cosas y nos hizo sentirnos a gusto.
La norma del local, en este caso, consiste en pagar la consumición por adelantado y esperar a que el camarero la sirva. Tras preguntarle cómo debíamos proceder, nos miró y preguntó qué queríamos consumir... minutos después apareció con el servicio. Un claro ejemplo de que las normas se pueden flexibilizar... si se tiene intención.
Allí sí pudimos disfrutar de la taza de chocolate humeante, los churros y la buena compañía.
Chema, Anele e Inma
6 comentarios:
Bueno es saberlo, porque no pienso ir A la chocolateria esa, muy útil comentario
Es que fue una pasada, vaya tío más desagradable y poco profesional.
Menudo incompetente. Pues con no volver está arreglado. No soporto a la gente maleducada y desagradable.
Es necesario que todos, como consumidores, seamos críticos.
Pero la gerencia de esa chocolatería debería saberlo.
Un saludo de vuestro blog amigo y que sigáis disfrutando de buenos chocolates a la taza.
Unos impresentables, desde luego. Esas cosas arruinan un negocio, y desde luego que hay mucha gente sin trabajo hoy día que lo haría perfectamente, no como ellos. Si están amargados con su trabajo, ya saben, que lo cedan a otro.
Mi hermano tuvo una mala experiencia de ese tipo, y se quejaron al dueño que andaba por ahí, y bueno, al día siguiente tenían que renovarle... y fue que no. Por esa y por más quejas anteriores. La empresa debería saber cómo algunos tratan a su clientela.
Yo voy muy a menudo a la chocolatería Valor de Torrevieja. Por suerte o por desgracia paso parte del verano allí ya que mi madre tiene casa en Orihuela. El caso es que no solo no puedo ponerles un pero sino que debo decir que el trato es siempre muy amable, y eso que el personal cambia muy a menudo, rara es la vez que vemos a los mismos camareros... quizá sea por eso, porque están fresquitos y los que os atendieron llevan mucho tiempo ya trabajando y acaban amargados y amargando... lo peor para un chocolate. A mi marido y a mí nos pasó algo parecido en San Ginés, donde también acabamos cuando subimos a Madrid, siempre nos ha ido todo bien excepto la última vez que el camarero nos regañó por poner una silla en la terraza en un lugar donde al parecer no se puede... cuando nos sirvió dejó con tanta fuerza la taza que no se de que modo rebotó y se cayó de lado desparramando el contenido y manchándonos y en vez de disculparse fue a lo suyo, coger una balleta y limpiar el estropicio e irse. A los de al lado los acribilló con la mirada porque se les rompió un vaso y lo tuvo que barrer... vamos, que bordes hay en todas partes.
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